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Mostrando entradas de septiembre, 2017

La vejez trans huele a soledad

Una sonrisa amplia  acentúa aún más los surcos que la vejez han tallado en su rostro cuando revela que tiene 67 años. Es transgénero femenina y, al haber alcanzado esa cifra, puede considerarse una superviviente. La edad de Claudia, cuyo nombre de nacimiento y con el que se enfrenta al mundo es Ismael Yagual, duplica a la del promedio de vida de las mujeres trans en Latinoamérica, que no supera los 35 años. La pena marchita su rostro masculino, en el que extiende el maquillaje con menos frecuencia que antes. Con cada paso que da hacia la vejez, deja atrás a la mujer que desde hace algunos años aparece solo en el desfile del Orgullo Gay o la que fantasea en la soledad de su hogar, usando atrevidos baby dolls que dejan entrever a su piel ajada. Fuera de la puerta de su casa, en la que tintinean las campanillas de un atrapasueños cada que alguien entra o sale, es  Ismael. Su apariencia masculina le ha servido para combatir el dolor de la discriminación. Las cifras que la Comisió

Canoa olía a muerto

El viento que llega del mar alivia el fogaje, pero se siente como un puñetazo en la nariz. Canoa era un infierno la mañana del 18 de abril del 2016. No solo por los rayos solares que tostaban la piel y la empapaban de sudor, sino por la pestilencia fúnebre, que a ratos, la brisa alborotaba.  Los escasos moradores que pululaban en lo que fue una de las zonas más turísticas de Manabí, aquel día convertida en una escena del cuento de terror más escalofriante, atribuían la peste a los cadáveres que se cocinaban bajo toneladas de concreto y que hasta esa tarde no habían sido rescatados.  El olor putrefacto, que laceraba las fosas nasales, hizo que la familia de Elba Farías recogiera las pertenencias que no fueron afectadas por el terremoto de 7,8 que sacudió al país el 16 de abril del 2016, y las llevara a un terreno junto al cementerio del pueblo, situado en la parte alta de la comunidad del cantón San Vicente. "Como el sol está fuerte, no íbamos a aguantar la pestilencia"

Un túnel hacia la vida en Calceta

Camina a paso lento entre lo que fue una estructura de cuatro pisos y se detiene en un túnel. Mira la abertura formada por trozos de hormigón y puntiagudos vidrios y no puede creer que haya salido arrastrándose por allí. Lo último que recuerda la madre Marlene Pozo, antes de que la losa que cubría la cocina de la unidad educativa Mercedes, en Calceta, le cayera encima, es que se tomó de las manos con la hermana Matilde y empezó a rezar en voz alta.  Segundos después, su cuerpo estaba aprisionado entre el techo y el piso y lo único que hizo fue pedirle ayuda a Dios. "Señor Jesús, llévame tú de la mano y haz que se abra todo para yo poder salir con bien", recuerda que pronunció con la voz temblorosa por el pánico y luego oyó la voz desesperada de Matilde, que le pedía que no la dejara morir, que tenía las piernas atrapadas entre las toneladas de concreto.  Su mirada recorrió desesperada todo lo que la rodeaba y miró una especie de tubería que se había formado entre los es

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