Le quedan 46 días y la nostalgia huele a cerveza. Sofía mira cómo cae la botella marrón desde la mesa de un borrachito que tambalea en la silla de uno de los cuatro prostíbulos de la parroquia El Laurel, de Daule. El sonido del cristal estrellándose contra el piso hace voltear a los clientes y correr a una de sus compañeras con escoba en mano. Tiene un año exacto ejerciendo la prostitución en ese sector y la cerveza derramada que moja los vidrios rotos es lo único que altera, de vez en cuando, la tranquilidad que, asegura, encontró en El Laurel, cuando llegó allí para ofrecer sus servicios sexuales. Los rumores llegaron a los oídos de la joven quevedeña. Tiene miedo de que llegue el 31 de diciembre y deje de tomar el bus en que viaja durante hora y media todos los días, desde Quevedo a Daule, ya que desde esa fecha se dejarán de emitir permisos de uso de suelo para prostíbulos que estén cercanos a la población. En el caso de ese cantón, los 11 centros de tolerancia que se dist
sudor, lágrimas, saliva y sangre.