Era una madrugada como cualquier otra. El olor a menestra y carne asada inundaba una esquina de la "Y" del Indio Colorado, una zona céntrica de Santo Domingo de los Tsáchilas. A pesar de haber ocurrido hace cinco meses, José Murillo lo recuerda como si hubiera sido ayer. "Una mujer me mordió el cuello, yo no sé si se creía vampiro", bromea. Así empieza a contar la historia, una de tantas "peleas de borrachos" que le ha tocado ver en el puesto de venta de comida donde trabaja, en la "Y" del Indio Colorado. A pesar de que el local se llama "El Comedor de la Y", todos lo conocen como "los agachaditos". "Es porque aquí la gente llega a comer a cualquier hora", detalla. Y es que su comedor es uno de los tantos en la ciudad que atiende en la madrugada, "para que esa gente farrera coma luego de una noche de diversión", añade. Tal vez sea por ese motivo, y el horario, que a veces llega
sudor, lágrimas, saliva y sangre.