Era una madrugada como cualquier otra. El olor a menestra y carne asada inundaba una esquina de la "Y" del Indio Colorado, una zona céntrica de Santo Domingo de los Tsáchilas.
A pesar de haber ocurrido hace cinco meses, José Murillo lo recuerda como si hubiera sido ayer.
"Una mujer me mordió el cuello, yo no sé si se creía vampiro", bromea.
Así empieza a contar la historia, una de tantas "peleas de borrachos" que le ha tocado ver en el puesto de venta de comida donde trabaja, en la "Y" del Indio Colorado.
A pesar de que el local se llama "El Comedor de la Y", todos lo conocen como "los agachaditos".
"Es porque aquí la gente llega a comer a cualquier hora", detalla.
Y es que su comedor es uno de los tantos en la ciudad que atiende en la madrugada, "para que esa gente farrera coma luego de una noche de diversión", añade. Tal vez sea por ese motivo, y el horario, que a veces llega uno que otro cliente "pasadito de copas".
José, de 20 años y quien es hijo del dueño del local, se toca el cuello y se ríe. Según dice, esa pelea no la va a olvidar. "Eran seis personas y parece que estaban mareadas, empezaron a pelear y yo salí perjudicado", recuerda.
Cuenta que ya está acostumbrado, y que esa es una de las consecuencias de laborar a esas horas. "Ya toca".
Cerca del lugar hay una Unidad de Policía Comunitaria (UPC) y José pide apoyo a los policías cuando hay "relajo".
Mientras José ríe con otra anécdota, una de las ocho personas que labora en el puesto le sirve un seco de pollo, a Jimmy Estupiñán.
Jimmy es un "cliente viejo" de "El Comedor de la Y", y asegura que lo que más gusta es la sazón, además del costo de los platos. "Los precios son cómodos", dice y se lleva una cucharada a la boca.
La sazón chonense se nota en el caldo de gallina, aguados, secos de todo tipo y los asados que allí se venden a dos dólares o tres dólares, el plato.
La familia de José es de Chone, Manabí, y su mamá es la que prepara la comida.
Durante los fines de semana, José vende más de 500 platos de todo tipo.
Y si de alimentar a farreros nocturnos se trata, Cristian Moreira es un experto.
Hace seis años, el también chonense adquirió una carreta para vender hamburguesas, papipollos y choclomix en la Zona Rosa (avenida Abraham Calazacón, entre el redondel de la Policía y el de Arturo Vallejo).
Rodeado de bares, karaokes y discotecas, Cristian atiende a casi 500 personas los fines de semana.
"Las Delicias de Damaris", se lee a un costado de la carreta. "Es que así se llama mi esposa", indica. Una joven se acerca y pide una papipollo.
"Hay de 1,75 y de dos dólares", le pone a escoger el hombre.
El cliente elige el más caro, le pone todas las salsas y se retira hacia un karaoke.
Cristian ha tenido más suerte que José, y hasta ahora no le ha tocado lidiar con peleas ni escándalos.
Lo único que sí tiene que soportar a veces, es que los clientes se vayan sin pagar.
Luego de que sus productos se acaban, se retira a su casa. Algunas veces a las cuatro y otras a las cinco de la mañana, "depende del día o de la madrugada".
Tanto José como Cristian tienen el mismo horario de trabajo.
Ambos dicen llegar a su casa, y cuando otros recién se están levantando, ellos recién se acuestan y duermen hasta el mediodía.Gelitza
Esta crónica fue publicada el lunes 10 de febrero del 2014 en Diario Centro de Santo Domingo de los Tsáchilas http://goo.gl/NUdvjl
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