Luz María Torres tenía 12 años cuando pasó su primera Navidad en un ancianato . Por eso, cuando a la edad de 33 años se quedó a vivir definitivamente en el Hogar del Corazón de Jesú s, ya conocía perfectamente la mezcla de sentimientos que se intensifican en estos lugares durante los últimos días del año. Lo que nunca ha entendido, menos ahora que tiene 68 años, es ¿por qué si hay abuelitos que tienen hijos, hermanos, tíos u otros familiares, estos no se aparecen por allí ni en Navidad o Año Nuevo ? Luz María suspira con nostalgia sobre su silla de ruedas. Ella ya está acostumbrada a la soledad desde el día en el que nació. Por eso no quiere ni imaginar lo que sienten los aproximadamente 100 adultos mayores, de los 324 que residen en ese asilo del norte de Guayaquil , que no reciben la visita de sus parientes durante estas fechas. “Son días en los que se pregona el amor , la unión y la solidaridad ”, dice confundida. A ella le hubiese gustado crecer al lado de su
sudor, lágrimas, saliva y sangre.