Alguna vez, mi mamá, en la infinita sabiduría de las madres -que no entendemos hasta que somos mayores-, me dijo que cuando no sepa de algo, me ‘quede quedito’, escuche y no discuta. Me obstinaba por jugar alrededor de la cocina porque, como nunca me pasaba nada, le discutía que exageraba, que no tenía razón, que quería estar cerca de ella. Hasta que pasó. Una olla con agua caliente cayó hasta donde yo estaba y me quemó el antebrazo derecho. Y, siento yo, que una olla con agua caliente le cayó encima a Andrés Pellacini. Esa olla de agua caliente se llama periodismo. El actor emitió un mensaje violento, misógino, que sugería la muerte para las feministas y que, la violación de una mujer dependía de su ropa, con una necedad e ignorancia que se mezcla con maldad. Quizá Andrés no lo sepa, pero no hay nada más peligroso que la ignorancia. El pez muere por la boca y por su propia boca ‘murió’ Andrés. Luego del asco que me dio, como mujer feminista, lo que vi y escuché, volví a la realid
sudor, lágrimas, saliva y sangre.