Ir al contenido principal

Entradas

Por la boca 'murió' Andrés

Entradas recientes

La vida después de la muerte

  “Mi papá falleció y hasta esta hora no lo recoge Medicina Legal”, me escribió Clarissa Tumbaco, por WhatsApp, a las 18:30 del 23 de marzo de 2020. En la redacción del periódico estábamos todos en modo teletrabajo, pero cuando me llegaba una notificación —por ese tiempo taladraban mi celular con novedades respecto al nuevo coronavirus— me preguntaba si podría llegar en mi bicicleta. Tomás Tumbaco murió durante las primeras horas de ese día, encima de un colchón verde adornado con flores azules. Era la segunda alerta que recibía sobre la tardanza en la recolección de cadáveres durante la pandemia en Guayaquil. La primera fue el 19 de marzo y se trataba de una mujer fallecida en Sauces 2, en el norte de la ciudad, también con presunción de covid-19. Ese día el levantamiento tardó más de doce horas. El cuerpo de Tomás estaba en Las Orquídeas, también en el norte de Guayaquil y, según Google Maps, si me hubiera aventurado a pedalear hasta allá desde mi casa, en Urdesa, tardaría una hora c

16A: Manabí es mi Giancaldo

He  visto Cinema Paradiso al menos 50 veces. Las lágrimas brotaban siempre en la misma escena: la final, en la que Alfredo cumple su palabra y le entrega a Salvatore los retazos de películas que cortaba para censurarlas, a pedido de la Iglesia, y que le prometió cuando era niño. Nunca la había visto un 16 de abril, fecha que tambalea el corazón de una manabita como yo, que desde hace 10 años vive fuera de la provincia. Cinema Paradiso -para ponerlos en contexto- narra la historia de un niño llamado Salvatore que, a causa de su amor por el cine Paraíso (cinema Paradiso), se hace amigo de Alfredo, el proyeccionista del lugar. Alfredo se convierte en su figura paterna y le enseña todo lo que sabe. Es una trama bellísima que se asienta en el amor por el cine, el apego a las raíces, el volar del nido… y no contaré más, para quien no la haya visto. En fin, esta vez, el llanto empezó a brotar desde los primeros minutos del filme italiano de Giuseppe Tornatore que, entre otras cosas, ganó el O

Una App mejor que Tinder

Lo hice, descargué Tinder. La verdad, más por la curiosidad de ver cómo era esta dinámica social que había fustigado durante años. Ya saben, por eso de no juzgar lo que no se conoce. Una noche con dos amigos, uno gay y otra mujer heterosexual, me animaron a descargar la aplicación y ver 'qué hay por ahí'. Bueno, pensé. No pierdo nada. Llevo muchos meses soltera, con mi última relación (terriblemente conflictiva) ya superada y disfrutando de mi compañía. Estoy tranquila y feliz. No tener una relación no es un issue, pero tampoco le hago apología a la soledad.  Es decir, si llega eso que la gente llama 'amor', seguramente no le voy a cerrar la puerta en la cara. Ojo, lo que yo defino como amor, no a la parafernalia esa con síndrome de rotulador que te ata a convencionalismos que coartan libertades. O sea, alguien bacán con quien fluya la risa, la comodidad, el vino, las sensaciones, el sexo, hasta el silencio, a quien nadie le para bola, pero qué importante es respetar el

Maradora es un espejo

El primer recuerdo que tengo de Maradona es gracias a mi papá. Era una niña, 5-6 años, quizá. Don Robles me hizo odiarlos, a Maradona y al fútbol al mismo tiempo. Un odio infantil. En casa, había tres momentos en los que nadie comía o tenía un momento de calma: cuando jugaba Liga de Portoviejo, Barcelona o Maradona. Maradona como equipo, porque nadie decía ‘Argentina’, ‘Boca’, no... Todos decían o gritaban, más bien: “va a jugar Maradona”.  Ni siquiera hay que ponerle el Diego Armando antes. Lo de Liga de Portoviejo lo entendía. Mi papá fue jugador de ese equipo de la ciudad donde nací. Recuerdo que me disfrazaba con aquel uniforme verde y blanco y me llevaba al estadio. Lo de Barcelona, bueno, aún trato de entenderlo. Pero Maradona. ¡Maradona! Un jugador de Argentina, un país del cual lo único que sabía yo, en ese entonces, era eso, que de allí era Maradora. El ritual era el mismo. Don Robles se paraba frente al enorme televisor Panasonic de doble perilla. Le daba vuelta a una de

El presi de las elegantes con novio

"Tú no le puedes decir a una chica: "oye, pero no has conseguido novio". La chica tiene que vestirse elegante, tiene que arreglarse bonito. Mientras esté bien vestida y elegante, consigue novio. Ese es el Ecuador. Hay que vestir bien a la economía, hay que 'elegantear' bien a la economía, hay que hacer bien las cosas". Guillermo Lasso, 2020 No tengo novio y gracias a Guillermo Lasso ya sé por qué. Y no tener novio no se había vuelto un problema para mí hasta que lo escuché, en una rueda de prensa en Machala. Para él, que una mujer no tenga novio es un oprobio, una vergüenza, una deshonra. Sí, porque lo compara con la economía del país, que es un oprobio, una vergüenza y una deshonra. Hijuemadre, yo tendría que meter la cabeza en la arena como una avestruz porque no tengo novio, según la teoría de Lasso. Y no, eso no es lo peor. Lo peor son las causas por las que Lasso cree que no tengo novio. Miro para abajo y se me destroza el corazón notar mis Converse suc

Translate