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Una App mejor que Tinder

Lo hice, descargué Tinder. La verdad, más por la curiosidad de ver cómo era esta dinámica social que había fustigado durante años. Ya saben, por eso de no juzgar lo que no se conoce. Una noche con dos amigos, uno gay y otra mujer heterosexual, me animaron a descargar la aplicación y ver 'qué hay por ahí'.

Bueno, pensé. No pierdo nada. Llevo muchos meses soltera, con mi última relación (terriblemente conflictiva) ya superada y disfrutando de mi compañía. Estoy tranquila y feliz. No tener una relación no es un issue, pero tampoco le hago apología a la soledad. 

Es decir, si llega eso que la gente llama 'amor', seguramente no le voy a cerrar la puerta en la cara. Ojo, lo que yo defino como amor, no a la parafernalia esa con síndrome de rotulador que te ata a convencionalismos que coartan libertades. O sea, alguien bacán con quien fluya la risa, la comodidad, el vino, las sensaciones, el sexo, hasta el silencio, a quien nadie le para bola, pero qué importante es respetar el silencio.

En fin, siempre he creído que difícilmente eso se consigue en Tinder. Según yo, eso llega sin buscar y de la manera más cool y extraña. Sin embargo, reflexionando un poco, para alguien como yo que adora estar en casa y la mayoría del tiempo está trabajando/estudiando, ¿cómo carajos se supone que conozca y disfrute de gente nueva? En fin, descargué la App.

Luego de un breve tutorial que me hicieron mis amigos de cómo se usa, di 'Match' a no más de cinco jóvenes. Esto, básicamente guiada por el contexto de sus fotografías y sus descripciones. Las más simples: 'café, vino, charla si estás cerca' fueron las ganadoras. Minutos después, llegaron varios mensajes que, como estaba trabajando, ignoré.

Uno me puso 'Hola, bb', así. Ya, mándenme al carajo, pero no voy a responder a nadie que me llame 'bb'. Otro fue muy cordial y me preguntó si le permitiría escribirme y "conocerme". Tampoco le respondí. Sentí que ese pobre ser se iba a va a quedar esperando a que yo chatee y eso no va a pasar. Preferí evitarle el mal rato.

Finalmente vi a uno que me puso 'Hola'. Usualmente, si eso me lo ponen en WhatsApp, no lo soportaría. Uno no escribe un 'Hola'. Es obligatorio poner el asunto que lo llevó a escribir esa palabra. Pero bueno, le respondí con un 'Buenas noches' al muchacho que, según su perfil, tenía 35 años. Inmediatamente, me preguntó si era soltera, casada, en qué trabajaba, cuánto tiempo llevaba soltera, y si "todo bien con mi corazón".

Demasiadas preguntas que, teniendo en cuenta que no lo conocía, no me apetecía responder. Pero bueno, respondí porque, ya saben, las 'dinámicas'. Pero finalmente llegó un mensaje cabreador, al menos, para mí: "Qué pena que te quedes tan tarde en el trabajo, qué sacrificio", me dijo luego de excusarme por no responder. El man se estaba atreviendo a hablar mal del amor de mi vida, que es mi trabajo, y se encendieron las alarmas. 

Sí, sí, llámenme traumada o lo que sea. Yo ya tuve relaciones en las que se me juzgaba por mi tiempo invertido en el trabajo y tantas cosas más. Lo bueno de los años y de Chavela Vargas es que te enseñan a que uno vuelve siempre (solo) a los viejos sitios (o experiencias) donde amó la vida. Y yo odiaba que me midieran el tiempo. Es decir, no más volver a iniciar relaciones en las que no se respete el tiempo y el espacio. Mejor: no iniciar o prolongar relaciones en las que no se respete. 

En resumen, no volví a contestar, no volví a dar Matchs y, por ende, a usar la aplicación. Y sí, ya sé que van a pensar en que al no haber salido con nadie de Tinder no he terminado de descubrir sus dinámicas y por qué es tan famosa y tanta gente la usa más. Una de mis mejores amigas descubrió a su novio allí. Un chico que la ama mucho y ambos hacen una pareja preciosa. Debería escribir sobre eso.

                                                    *

Hoy, mientras leía un artículo de José Viera sobre los subtextos feministas de Bojack Horseman (mi seria favorita de Netflix), recordé algo que entendí no hace mucho tiempo: cómo una puta dinámica social puede arrastrarte un poco a hacer cosas con las que no te sientes a gusto.  Y si no las cumples te quedas fuera, como un bicho raro y, también llegas a sentirte mal por eso.

Recordé a Princess Carolyn (Uno de los personajes de Bojack) y cómo me identifiqué con esa gatita persa ahogada de trabajo e independencia. Ella, al igual que muchas mujeres (sobre todo las que pasamos los 30), a veces nos vemos presionadas por conseguir pareja o tener una familia. En la serie, Princess Carolyn siente toda esa presión, pero finalmente (no voy a dar detalles porque necesitan ver Bojack Horseman para que su vida cambie), ella logra imponer su personalidad y amor propio. Como bien describe Viera,  aunque se siente insegura a ratos, evita definirse por sus relaciones. Qué difícil es no caer en esto. 

Quizá Tinder ayude a que esa presión se vuelva más pesada o, quizá no. He leído a varias de mis escritoras favoritas hablar sobre sus experiencias en Tinder y siempre me han dejado sensaciones más ligadas a sentimientos como la frustración.

Después de todo, me siento feliz de haber descargado y eliminado Tinder porque reconfirmé por qué no sirvo para esta App: 1. Odio chatear. 2. Me cuesta contestar preguntas a quien no es mi amigo. 3. Me siento invadida y eso me irrita. Y no servir o servir para esta App, o para cualquier otra, no te define. Eso no te vuelve ni aburrida, ni amargada, ni poco aventurera. Esto es una auto reprenda porque he pensado eso de mí. Si te gusta, ¡bello!

Hay una obsesión por las relaciones, cuando a veces no terminamos ni de poner las bases sobre la que tenemos con nosotros mismos. No quiero que esto tenga tintes de texto de autosuperación porque me arranco los dedos ahora mismo. Es un auto regaño, insisto. Un desahogo. 

El resumen es que a veces estas dinámicas sociales nos gritan al oído: 'hazlo', 'hazlo', 'tienes que hacerlo para encajar'. Y te puede llegar a hacer sentir mal el no querer hacerlo. Pero está bien ignorarlas. La buena noticia es que descubrí que otra App puede hacerme más feliz que Tinder y que, (ajá, búrlense), yo no había usado más que para pedir comida: Los deliverys llevan vino a domicilio a medianoche. 


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