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Otro Guayaquil que 'sabe' a bohemia

Decir Guayaquil es prohibido. Es revivir los besos escondidos, el sexo a cambio de dinero, las borracheras e incluso los crímenes que escondía el humo del cigarrillo de un ambiente que se vivió en el centro de Medellín hace más o menos 30 años.

A más de 1.500 kilómetros del   puerto principal ecuatoriano, en la capital de Antioquia de Colombia, también hay otro Guayaquil, uno más chiquito, que comprende de siete cuadras de comercio puro, pero al que nadie llama por el nombre de la Perla del Pacífico, sino que la mayoría conoce como El hueco.

La transformación de la zona no solo se limita a su nombre. Más de 50 centros comerciales, incontables almacenes donde se oferta a gritos desde una aguja hasta artículos electrónicos, y miles de personas que se multiplican entre las delgadas veredas abarrotadas de vendedores ambulantes, reemplazaron a los bares, casas de citas, burdeles, residenciales, licoreras y cantinas que formaban al barrio Guayaquil ‘paisa’ en el centro de tolerancia más grande de Medellín desde 1970 a 1999 aproximadamente.

Tal vez por eso, si subes a un taxi en Medellín y pides que te lleven a Guayaquil, lo más probable es que el taxista crea que buscas prostitutas, alcohol o que te peguen un tiro. Es que “es el nombre es el que está estigmatizado, por eso ahora todo el mundo le llama El hueco’, explica Álvaro Valencia con ese acento cantado que identifica a un colombiano antes de que diga en dónde nació y creció.

“Esto era muy peligroso. A esto lo llamaban Guayaquil o Guayaquilito cuando existía la plaza del Pedrero, donde ahora es el Parque de la Luz, hace más de 40 años. Era un granero, como un mercado”, describe el medellinense que trabaja ‘haciendo vueltas’ desde que llegó al lugar hace 20 años y en los cuales vivió la transformación de ese centro, del que no sabe por qué se llama Guayaquil, a pesar de que conoce que allá en Ecuador hay una ciudad con el mismo nombre.

Sobre el Pedrero, donde los mercaderes regaban sus productos agrícolas, se levantaron 365 postes con luminarias que representan a cada día del año y ahora es el Parque de la Luz. El perfume de las meretrices y los vallenatos cortavenas que invitaban a entrar a los bares se cambió por el olor de la comida ambulante y el ruido estridente de las propagandas en los altoparlanes que ofertan los precios más baratos. 

Una calle...
Desde la Alpujarra hasta la calle Colombia, es difícil encontrar rastros de vida bohemia, pero no imposible. La palabra mágica es Guayaquil, e inmediatamente los dedos índices apuntan a la calle Alhambra y Amador. 

Un par de bares con paredes cubiertas de azulejos y flores, para inútilmente llamar la atención, han resistido al tiempo y al comercio. Pero tienen sus días contados.

No había más de 10 clientes en uno de ellos, entre los cuales resaltaban dos trabajadoras sexuales que prefirieron la barra para tomar un trago mientras empieza la jornada laboral. La voz grave de Vicente Fernández salía de una vieja rocola, chocaba contra las baldosas y hacía cabecear de nostalgia a los que disfrutaban de los últimos días del salón El caballero.

“En pocos días este bar se acaba. Lo vendieron también para comercio”, dice resignado Fabián Quintero, que de sus 29 años ha pasado 15 en ese salón, uno de los más antiguos del Guayaquil colombiano, que se repletaba desde las 10:00 en que abría sus puertas y del que había que sacar a los clientes a las 02:00, porque no se querían ir.

La demoledora derribará la estructura y levantará allí otro centro comercial. No es la única. A lo largo de la Alhambra hay, de lado y lado, más de 15 edificios vetustos, con balcones y ventanas antiguos y con botellas de licor y cajetillas de cigarrillos dibujadas en letreros roídos y amarillentos.

También hay más de seis lugares de alojamiento, entre hostales y hoteles, que según Luis Arcesio Vergara, los ocupaban las prostitutas para ‘servirse’. Luis llegó a El hueco hace 15 años, primero como vendedor ambulante de cigarrillos y chicles, productos que cambió años después por accesorios para celulares. 
Esta situación se transformó hace aproximadamente 12 años, cuando la Alcaldía de Medellín inició el programa de acogimiento para adultos mayores de la calle y, desde entonces, alberga a 200 abuelitos, explica Lina Londoño, coordinadora administrativa de los hoteles públicos.

“Hace muchos años cambió Guayaquil, tanto la infraestructura como el sector dieron un vuelco muy bueno. Guayaquil era una zona frágil. Incluso antes era difícil entrar acá”, explica la funcionaria, quien tampoco sabe el origen del nombre.

En El hueco, muchos están en la misma situación que Lina o Álvaro, nadie sabe por qué se llamaba barrio Guayaquil, pero una posible respuesta se encuentra en la carrera (calle) 55, en el décimo piso del edificio 1234. Allí queda la sala de redacción de El Guayaquil Times. Sí, el barrio tiene su propio periódico.
Su editor, el también comerciante Jairo Bernal, da la respuesta más simple: “Los colombianos acostumbramos a designar a ciertas cosas con nombres de ciudades y otros países. Incluso aquí hay una calle que se llama Junín, como otro lugar de Ecuador”, indica.

Esto da para conjeturar que en algún lugar de la historia, a comienzos del siglo pasado, como detalla Bernal, alguien recordó al puerto principal en esa zona y se la bautizó así.  Lo seguro es que ese nombre ahora está estigmatizado, y fue justo esa mala reputación que lo llevó a fundar el periódico, que circula gratuitamente una vez al mes y cuyas páginas están llenas por las historias y noticias de los comerciantes de El hueco.
Bernal calcula que la “época deprimida, de prostitución, de bohemia, de tango, de bares y de hoteles de mala muerte”, como describe el periodista, duró aproximadamente 30 años a partir de 1970 y se acabó con la inmigración de comerciantes del Oriente del país.

“Cuando se dio esa inmigración, Guayaquil empezó a tener esa vocación comercial, de productos de manufactura. El valor de la propiedad subió y desplazó el bajo mundo”, recuerda.
Cuando fundó el rotativo, hace más de 15 años, se llamó El nuevo Guayaquil, haciendo alusión a la renovación de la zona, pero el nombre no ‘pegó’, explica. Luego le puso Guayaquiliando, pero esta fue la peor opción, pues lo relacionaban con la acción de ‘ir a algún burdel’.

La tercera es la vencida y optó por El Guayaquil Times, nombre con el que se ha mantenido por 10 años, porque ese apéndice ‘times’ le da ese ‘caché’ de los grandes diarios internacionales, bromea.
Estar frente al diario le ha permitido conocer a muchos comerciantes e irónicamente, de los pocos ecuatorianos que expenden sus productos en la zona, podría asegurar que no hay un solo guayaquileño.
Pocos de ellos conocen Ecuador, y la cifra se reduce cuando les preguntas si conocen al Guayaquil ‘original’, a pesar de que ambos tienen sus similitudes, sobre todo si se dieran un paseo por la Bahía. 

Las calles saturadas de carros bulliciosos peleando con el tráfico,  maniquíes amarrados con cadenas al filo de las veredas con letreros de ofertas, compradores exhaustos con los brazos repletos de fundas de compras, señoras que abrazan con fuerza sus carteras para evitar que los ‘gamines’ se las arranchen y el calor que vuelve más insoportable el día de shopping, son idénticos en los dos Guayaquil, que tal vez se diferencien por un ‘vea pues parce’ o un ‘habla varón’ que se pronuncian al mismo tiempo en dos países distintos.

Gelitza

Esta crónica fue publicada en la edición impresa de Diario Extra el 20 de septiembre del 2015.  http://www.extra.ec/ediciones/2015/09/20/especiales/hay-otro-guayaquil-que-sabe-a-bohemia/

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