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Lo que provocas

Mis manos lo saben: son un fracaso en su intento por emular a las tuyas, que están en algún lado de un mundo que me hastía sin tu presencia. Ellas buscan en el húmedo refugio de mi entrepierna, tratan de encontrar las únicas sensaciones que provoca el calor de tus dedos. Esas que erizan mi piel, que casi la laceran de placer, uno inexistente, único, que se forma con la combinación de tu aroma de éxtasis y mi olfato rendido. Con cada segundo las ansias crecen, mis sentidos se deseperan, son tan fieles a tu respiración agitada, a tu voz soberbia, pues sabe que su música es la que quieren escuchar mis oídos. Mis manos continúan, te desean, son cómplices de tu recuerdo que no da tregua, se mueven, te escuchan a lo lejos, usurpan un lugar que sólo le corresponde a tus labios, a tu lengua inequívoca, experta. Mis manos lo logran, emulan torpemente tus movimientos consiguiento su objetivo, deleitando mi cuerpo con la intensidad de tu recuerdo, mientras esta habitación tan impregnada de ti, implora tu piel, tus ganas, tu ser que es capaz de detener el tiempo en un primer beso, de hacer que esta sangre corra con tanta fuerza e hiperventile una voz que sólo conoce tu nombre en las madrugadas...

Gelitza

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