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La eterna “Charito” del barrio María Piedad

En Durán, todos conocen donde vivió “La Hechicera".
Lo único que se escuchaba en el patio interno que comparte la familia Cisneros Castro eran los planchazos de las hojas de zinc que se alzaban con el viento.
El pasado martes a las 17:03, el silencio era tal entre esas paredes color ladrillo, que los graznidos de los patos y el cacareo de las gallinas que allí revolotean alborotaban a los perros que se desperezaban sobre el cemento.
Todos dormían, a excepción de Jhonny Cisneros, quien asomó su cabeza canosa por la puerta donde “Charito” salió e ingresó cientos de veces. Así le decían a la niña flaquita, de sonrisa amplia y cabello rizado que creció en el barrio María Piedad, de Durán, y que años más adelante cambiaría ese apelativo por el de “Sharon”, que la convertiría en una diva, en “La Hechicera” de los escenarios ecuatorianos.
A esa hora, parte del dolor yacía bajo tierra junto al féretro de la artista, su sobrina Edith Rosario Bermeo Cisneros, quien fue sepultada al mediodía y a pesar de que la vio metida en la caja “no creía que sea verdad”, repetía Jhonny, tío materno de la artista duraneña.
La tristeza se había convertido en calma, no solo en la casita de ventanales bajos donde “Charito” jugaba a los desfiles de moda y reinados de belleza, sino que contagió a todos los que crecieron junto a ella en las calles Simbambe y Ambato.
No hubo un solo vecino que no asistiera al funeral. Se aglomeraron en el centro del coliseo que queda en el mismo sector. Ese día el llanto y las oraciones reemplazaban la voz nasal de Sharon, que tantas veces retumbó en los altoparlantes de ese escenario. Allí pasaron la noche del lunes y la madrugada y mañana del martes, sin “pegar los ojos” para despedir a la artista.

La noticia del accidente de tránsito en el que perdió la vida el pasado domingo llegó a los oídos de los vecinos del barrio como si ellos hubieran estado allí, en la oscura vía Monteverde-San Pablo, donde se apagó la voz de la niña a la que oyeron cantar por primera vez a los ocho años, cuando ganó un concurso de talento.
“Así empezó todo. Ella misma se hacía sus trajes, todo salía de su cabeza, desde chiquita”, dijo Jhonny, quien recordaba cómo “Charito” recortaba tela, pegaba cartulina con palitos de helados y se ponía linda para sus presentaciones, no solo como cantante sino en reinados en los que destacó como una de las más lindas chicas de Durán.

Es fácil imaginarla bailando de un lado a otro y haciendo crujir las hojas secas que caían de los árboles de mango, de los que disfrutaba y que crecen en el patio de la casa de su mamá-abuela Esmeraldas, dueña de la vivienda a donde llegaba de la escuela.
“Aquí jugaba, invitaba a sus amigas para organizar concursos de belleza, bailaba y cantaba. Ella era la que estaba a la cabeza de todo eso. De lo que era de niña, no cambió nada”, contó Jhonny, que antes de verla con los ojos cerrados para siempre, la escuchó y abrazó por última vez hace cinco años, también en un momento triste, la muerte de Esmeraldas, su mamá y abuelita de Sharon.
Ella era su engreída. A pesar de que vivía rodeada de sus tíos y primos, su atención se volcaba en “La Pastora”, como conocían a la abuelita en el sector. Desde que su mamá-abuela murió, no volvieron a verla en el sector María Piedad, “sin embargo nos escribíamos siempre por Facebook”, dijo Cristina Aristega, amiga de la infancia de la artista y quien vive frente a la familia de “Charito”.

El alma del barrio
“Casi a los 20 años se fue de aquí”, manifestó Cristina. Parecía que miraba el gran lazo negro que colgaba de la ventana de los tíos de Edith Rosario, pero sus ojos se trasladaron en el tiempo y reconstruían a una “Charito” enlodada y “muerta de la risa”, porque “así jugábamos en carnaval aquí en el barrio, en los charcos de lodo que se formaban”, bromeaba su hermano Henry, también amigo de Sharon y quien no pudo evitar las risas al recordar que la diva no se escapó de sus “carnavalazos”.
Lejos de los escenarios, lo que más recuerdan Cristina y Henry, hijos de don Bartolo, “el fundador” del barrio, es la alegría de la flaquita “Charito” cuando organizaban las fiestas populares.
No faltaba su voz acompañada de la tecnocumbia que ponía a aplaudir a los vecinos, la que dejó su sello en ese sitio al que muchos no llaman por su nombre sino como “el barrio donde nació la Sharon”, un lugar donde latió un corazón valiente que dejó atrás las risas, los juegos, el amor familiar por alcanzar su sueño, que sonó como eco en todo el país y un poco más allá; eco que no se apaga con la muerte, que tampoco puede borrar a la “Charito” eterna del barrio María Piedad.



Gelitza
Durán, Guayas


Crónica publicada el 8 de enero del 2015 en Diario Extra de Ecuador http://goo.gl/G9Hb2L

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