Fue entre 1970 o 1975. Los pies se movían al ritmo de las guacharacas, las trompetas, timbales y órganos que se entonaban en vivo. La garganta se calentaba con un purito y el cuerpo vibraba con la figura de las mujeres de alquiler que se paseaban entre las luces multicolores de uno de los mejores prostíbulos de Marcelino Maridueña.
“Se llamaba El gato negro”, recuerda Gustavo con una sonrisa pícara que se pierde luego entre su voz nostálgica, porque hace 40 años aproximadamente aún existían chongos “de los buenos”, en ese cantón agrícola al este del Guayas, y donde hace ocho años, se ‘esfumaron’.
El último cabaré que tuvo la ciudad se llamaba 300 millones y cerró definitivamente hace menos de una década, y desde entonces es uno de los pocos cantones del país que no tiene
nights clubs, cabarés, chongos, prostíbulos o cualquiera de esos sinónimos que evocan el sexo de paga.
Gustavo, de 63 años, es radical. Para el marcelinense, “un cantón donde no hay cabaré se muere”. Observa un partido de vóley en una cancha de la avenida Malecón, pero su mente se traslada a aquellos lugares oscuros en los que disfrutó cuando era un veinteañero. Barcelona, El trébol y Capricho acompañaban a El gato negro en la ruta del placer ‘pepa’ de Marcelino Maridueña, cuando este sector era una parroquia de Yaguachi.
“Antes era lindísimo”, jura. La ‘fiesta’ empezaba desde el viernes y con orquesta en vivo. Si no llegaban las bandas de pueblo una rocola los animaba a bailar con las chicas que por lo general llegaban de Guayaquil, comenta.
A pesar de que lo rememora con nostalgia, el adulto mayor, junto a otros compañeros contemporáneos que se reunieron la tarde del jueves a disfrutar del deporte, dice que el cierre de los prostíbulos en el cantón fue una buena decisión.
El 300 millones estaba ubicado a solo 50 metros de la guardería local, que ahora es un albergue. Cerca de la calle Sin nombre, donde se ubicó el chongo, también están el Municipio, una escuela y un colegio.
“Hasta los propios alumnos del colegio a veces se metían a ese lugar”, relata doña Carmen, vecina del sector, quien presenció el desalojo del último night club de Marcelino. “Hasta la policía llegó”, indica.
Desde esa fecha, los caballeros marcelinenses solo tienen aproximadamente 15 lugares para libar, pero sin sexo, entre discotecas, bares, karaokes y billares, detalla el comisario cantonal David Cabrera.
La autoridad señala que Marcelino Maridueña es uno de los pocos cantones donde no hay este tipo de lugares, mientras pone el ejemplo, de que en Daule hay más de 20.
La última vez que Alfredo ‘se ocupó’ en su cantón pagó 10 mil sucres. Fue en el 300 millones, en uno de esos cuartos chiquitos donde los jadeos y movimientos corporales aumentaban la temperatura del encierro. “Los baños eran muy antihigiénicos, pero no había más”, refiere.
A más de 20 kilómetros y 10 años de diferencia, la ‘Chiquita’ rocía una loción floral sobre su piel trigueña, que también le sirve como ‘ambiental’ de su cuarto número 6, de 3x2 metros y donde solo hay una cama con sábanas blancas y un baño diminuto para asearse.
Allí, la joven, de 31 años, y con 10 de experiencia en el mundo de la prostitución, espera a sus clientes cada tarde. Es de Samborondón, pero trabaja en Naranjito desde hace dos meses en uno de los seis chongos que, según sus pobladores, hay en el vecino cantón de Marcelino Maridueña.
Naranjito es el lugar con cabarés más cercano que tienen los marcelinenses para ‘servirse’. Está a siete minutos en vehículo, aunque los más aventureros van hasta El Triunfo o Milagro.
Los sábados, cuando los bolsillos de la ‘Chiquita’ terminan más llenos en la semana, atiende a 20 clientes, de los cuales 10 son de Marcelino Maridueña.
“Aquí llegan y los que quieren conversan y nos cuentan que allá no hay prostíbulos, que tienen que venir para acá, pero se les hace peligroso”, menciona la joven que luce un body rojo y tacones dorados.
Manuel Reyes, administrador del lugar donde labora la ‘Chiquita’, hace un escaneo rápido del salón, rodeado por 10 habitaciones y decorado en le centro con un tubo de baile.
De los 10 clientes que empezaban a llegar al caer la tarde del jueves, tres eran de Marcelino Maridueña y en su mesa tenían dos ‘pescuezudas’ y hacían fila para ingresar a una de las habitaciones, donde ‘Estrella’ esperaba con su tentadora roja y meneando sus piernas a ritmo de la bachata.
La pelirroja es 10 años más joven que la ‘Chiquita’, pero coinciden en que la mitad de su clientela es de fuera. Termina de explicar y se encierra con su primer ‘punto’ de la noche y la fila es larga. La guapa joven de piel blanca y caderas prominentes es una de las más requeridas de Naranjito. Hace varias décadas seguramente estuvo en la misma situación la ‘Colombiana’ que tanto recuerda José Díaz, de 65 años.
“Ella era una de las más deseadas de Marcelino Maridueña”, relata el adulto mayor, que a pesar de no recordar con exactitud su fecha de nacimiento, de su memoria no se borra ningún detalle de cuando en su cantón podía disfrutar del placer de las mujeres de paga.
No le da vergüenza, dice sin tapujos que sí, que es necesario un chongo en el lugar y aunque Raúl Mora, relacionista público del municipio local, comenta que no hay una ordenanza que prohiba que en la zona, de 12 mil habitantes, se instale un night club, esto no se ha dado.
Lo que no está permitido, explicó Mora, es que se abra uno dentro del perímetro urbano, pero la situación se complica un tanto para los empresarios, como en el caso de Reyes, quien intentó abrir un cabaré en Marcelino Maridueña, porque los terrenos que están fuera de la ciudad son privados y las negociaciones de compra son complicadas.
“La cultura de este cantón ha hecho de lado estos espacios”, apunta el relacionista del cabildo y explica que en los últimos años de funcionamiento del 300 millones eran poco los hombres que acudían allí, porque al estar en la zona céntrica del cantón había recelos en ellos.
Aunque Naranjito está cerca, indirectamente se exponen al peligro, porque al no haber transporte público en las noches, ellos deben manejar, usualmente sus motos, y eso les impide beber en exceso. “Usted sabe que lo que se va a hacer allá es a pegarse sus tragos también y eso de que estén lejos no permite hacerlo con libertad”, dice un joven entre la multitud que empezó a rodear a Alfredo y Gustavo para escuchar sus anécdotas de los chongos en el cantón.
Los adultos mayores reconocen que el pueblo “dejó morir” a los prostíbulos, porque efectivamente, la ubicación no les permitía la privacidad que requerían. Ahora se limitan a ver los partidos de vóley y de vez en cuando ir a uno que otro billar, además de que “a esta edad ya no se puede”, bromean y estallan en risa, se levantan del banco donde estaban sentados y se pierden entre las empedradas calles del cantón, donde el placer de paga quedó solo para el recuerdo.
Gelitza
Esta crónica fue publicada en Diario Extra el Sábado, 8 de agosto del 2015. http://extra.ec/ediciones/2015/08/08/cronica-nacional/para-buscar-placer--deben-ir-a-otro-canton/
“Se llamaba El gato negro”, recuerda Gustavo con una sonrisa pícara que se pierde luego entre su voz nostálgica, porque hace 40 años aproximadamente aún existían chongos “de los buenos”, en ese cantón agrícola al este del Guayas, y donde hace ocho años, se ‘esfumaron’.
El último cabaré que tuvo la ciudad se llamaba 300 millones y cerró definitivamente hace menos de una década, y desde entonces es uno de los pocos cantones del país que no tiene
Gustavo, de 63 años, es radical. Para el marcelinense, “un cantón donde no hay cabaré se muere”. Observa un partido de vóley en una cancha de la avenida Malecón, pero su mente se traslada a aquellos lugares oscuros en los que disfrutó cuando era un veinteañero. Barcelona, El trébol y Capricho acompañaban a El gato negro en la ruta del placer ‘pepa’ de Marcelino Maridueña, cuando este sector era una parroquia de Yaguachi.
“Antes era lindísimo”, jura. La ‘fiesta’ empezaba desde el viernes y con orquesta en vivo. Si no llegaban las bandas de pueblo una rocola los animaba a bailar con las chicas que por lo general llegaban de Guayaquil, comenta.
A pesar de que lo rememora con nostalgia, el adulto mayor, junto a otros compañeros contemporáneos que se reunieron la tarde del jueves a disfrutar del deporte, dice que el cierre de los prostíbulos en el cantón fue una buena decisión.
El 300 millones estaba ubicado a solo 50 metros de la guardería local, que ahora es un albergue. Cerca de la calle Sin nombre, donde se ubicó el chongo, también están el Municipio, una escuela y un colegio.
“Hasta los propios alumnos del colegio a veces se metían a ese lugar”, relata doña Carmen, vecina del sector, quien presenció el desalojo del último night club de Marcelino. “Hasta la policía llegó”, indica.
Desde esa fecha, los caballeros marcelinenses solo tienen aproximadamente 15 lugares para libar, pero sin sexo, entre discotecas, bares, karaokes y billares, detalla el comisario cantonal David Cabrera.
La autoridad señala que Marcelino Maridueña es uno de los pocos cantones donde no hay este tipo de lugares, mientras pone el ejemplo, de que en Daule hay más de 20.
La última vez que Alfredo ‘se ocupó’ en su cantón pagó 10 mil sucres. Fue en el 300 millones, en uno de esos cuartos chiquitos donde los jadeos y movimientos corporales aumentaban la temperatura del encierro. “Los baños eran muy antihigiénicos, pero no había más”, refiere.
A más de 20 kilómetros y 10 años de diferencia, la ‘Chiquita’ rocía una loción floral sobre su piel trigueña, que también le sirve como ‘ambiental’ de su cuarto número 6, de 3x2 metros y donde solo hay una cama con sábanas blancas y un baño diminuto para asearse.
Allí, la joven, de 31 años, y con 10 de experiencia en el mundo de la prostitución, espera a sus clientes cada tarde. Es de Samborondón, pero trabaja en Naranjito desde hace dos meses en uno de los seis chongos que, según sus pobladores, hay en el vecino cantón de Marcelino Maridueña.
Naranjito es el lugar con cabarés más cercano que tienen los marcelinenses para ‘servirse’. Está a siete minutos en vehículo, aunque los más aventureros van hasta El Triunfo o Milagro.
Los sábados, cuando los bolsillos de la ‘Chiquita’ terminan más llenos en la semana, atiende a 20 clientes, de los cuales 10 son de Marcelino Maridueña.
“Aquí llegan y los que quieren conversan y nos cuentan que allá no hay prostíbulos, que tienen que venir para acá, pero se les hace peligroso”, menciona la joven que luce un body rojo y tacones dorados.
Manuel Reyes, administrador del lugar donde labora la ‘Chiquita’, hace un escaneo rápido del salón, rodeado por 10 habitaciones y decorado en le centro con un tubo de baile.
De los 10 clientes que empezaban a llegar al caer la tarde del jueves, tres eran de Marcelino Maridueña y en su mesa tenían dos ‘pescuezudas’ y hacían fila para ingresar a una de las habitaciones, donde ‘Estrella’ esperaba con su tentadora roja y meneando sus piernas a ritmo de la bachata.
La pelirroja es 10 años más joven que la ‘Chiquita’, pero coinciden en que la mitad de su clientela es de fuera. Termina de explicar y se encierra con su primer ‘punto’ de la noche y la fila es larga. La guapa joven de piel blanca y caderas prominentes es una de las más requeridas de Naranjito. Hace varias décadas seguramente estuvo en la misma situación la ‘Colombiana’ que tanto recuerda José Díaz, de 65 años.
“Ella era una de las más deseadas de Marcelino Maridueña”, relata el adulto mayor, que a pesar de no recordar con exactitud su fecha de nacimiento, de su memoria no se borra ningún detalle de cuando en su cantón podía disfrutar del placer de las mujeres de paga.
No le da vergüenza, dice sin tapujos que sí, que es necesario un chongo en el lugar y aunque Raúl Mora, relacionista público del municipio local, comenta que no hay una ordenanza que prohiba que en la zona, de 12 mil habitantes, se instale un night club, esto no se ha dado.
Lo que no está permitido, explicó Mora, es que se abra uno dentro del perímetro urbano, pero la situación se complica un tanto para los empresarios, como en el caso de Reyes, quien intentó abrir un cabaré en Marcelino Maridueña, porque los terrenos que están fuera de la ciudad son privados y las negociaciones de compra son complicadas.
“La cultura de este cantón ha hecho de lado estos espacios”, apunta el relacionista del cabildo y explica que en los últimos años de funcionamiento del 300 millones eran poco los hombres que acudían allí, porque al estar en la zona céntrica del cantón había recelos en ellos.
Aunque Naranjito está cerca, indirectamente se exponen al peligro, porque al no haber transporte público en las noches, ellos deben manejar, usualmente sus motos, y eso les impide beber en exceso. “Usted sabe que lo que se va a hacer allá es a pegarse sus tragos también y eso de que estén lejos no permite hacerlo con libertad”, dice un joven entre la multitud que empezó a rodear a Alfredo y Gustavo para escuchar sus anécdotas de los chongos en el cantón.
Los adultos mayores reconocen que el pueblo “dejó morir” a los prostíbulos, porque efectivamente, la ubicación no les permitía la privacidad que requerían. Ahora se limitan a ver los partidos de vóley y de vez en cuando ir a uno que otro billar, además de que “a esta edad ya no se puede”, bromean y estallan en risa, se levantan del banco donde estaban sentados y se pierden entre las empedradas calles del cantón, donde el placer de paga quedó solo para el recuerdo.
Gelitza
Esta crónica fue publicada en Diario Extra el Sábado, 8 de agosto del 2015. http://extra.ec/ediciones/2015/08/08/cronica-nacional/para-buscar-placer--deben-ir-a-otro-canton/
Buen tema
ResponderEliminar👍
ResponderEliminarExcelente narrativa. Me mantuvo enganchado las dos veces que lo leí.
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