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Temen que se vaya la paz que hallaron en El Laurel

Le quedan 46 días y la nostalgia huele a cerveza. Sofía mira cómo cae la botella marrón desde la mesa de un borrachito que tambalea en la silla de uno de los cuatro prostíbulos de la parroquia El Laurel, de Daule.
El sonido del cristal estrellándose contra el piso hace voltear a los clientes y correr a una de sus compañeras con escoba en mano. Tiene un año exacto ejerciendo la prostitución en ese sector y la cerveza derramada que moja los vidrios rotos es lo único que altera, de vez en cuando, la tranquilidad que, asegura, encontró en El Laurel, cuando llegó allí para ofrecer sus servicios sexuales.
Los rumores llegaron a los oídos de la joven quevedeña. Tiene miedo de que llegue el 31 de diciembre y deje de tomar el bus en que viaja durante hora y media todos los días, desde Quevedo a Daule, ya que desde esa fecha se dejarán de emitir permisos de uso de suelo para prostíbulos que estén cercanos a la población.
En el caso de ese cantón, los 11 centros de tolerancia que se distribuyen entre los sectores de El Laurel, Marianitas, Banife y La Aurora, deberán cerrar sus puertas, porque están instalados a menos de 200 metros de centros de salud, de culto y educativos, distancia que maneja como referencia el Municipio dauleño.
Todos quedarán sin licencias, sin embargo, a Sofía la entristece el caso particular de El Laurel porque de los prostíbulos donde ha despertado el deseo masculino, allí es donde encontró una paz que, como ella describe, no se encuentra en la ciudad o en otros centros de tolerancia.
El piso ha quedado casi limpio, pero el olor de la cebada fermentada se agria por el calor. El techo de zinc de ese ‘chongo’, que es el más antiguo de El Laurel, lo vuelve un horno a las tres de la tarde, cuando las mesas se repletan de clientes que llegan desde el centro de la parroquia y recintos aledaños.
“Son gente de campo, trabajadores. Por eso aquí nunca hay problemas porque la gente de campo es amable, respetuosa y pacífica”, destaca Fabiola, quien tampoco quita la mirada del borrachito y sonríe cada que lo ve intentar llevarse un vaso de plástico a la boca.
“Si no puede hacer eso, menos se podrá subir al caballo”, bromea la portovejense que tiene cuatro meses en el mundo del placer pagado. Ella simula un berrinche que termina en una carcajada. No quiere trabajar en otro lado, insiste.
Se sienta sobre las piernas de Sofía y reitera que allí las tratan bien y con amabilidad. Sus clientes llegan en sus caballos o rancheras luego de terminar las tareas de campo, o en el caso de José, de 28 años, llega en bus.
“Si cierran los locales acá nos va a tocar pagar 95 centavos para llegar hasta Salitre, donde están los ‘chongos’ más cercanos”, dice el cliente del night club que está frente al lugar donde trabajan Sofía y Fabiola.
Cerca de la parroquia hay más prostíbulos, como en la vía Daule-Guayaquil, pero según José, en El Laurel todos se conocen y, aunque muchos no vayan por los ‘puntos’, prefieren beber allí porque nunca ha habido problemas. “La gente acá no tiene armas, no anda con esas cosas, no busca peleas”, afirma el agricultor de ropa sucia y gastada.
QUIEREN UNA PRÓRROGA
Miroslaba Aguilar no lo niega. Jamás ha escuchado o visto algún problema en las más de cinco décadas que tienen viviendo en la parroquia El Laurel.
La modista es ‘vecina’ de los prostíbulos, pero a pesar de eso, está de acuerdo con su reubicación, anota, por los niños.
“Hay bulla, los niños no pueden andar en la calle porque hay mucha gente, motos, caballos. Ellos no pueden salir a jugar”, detalla que hay una cancha en el centro de la zona, de más de 9 mil habitantes, pero que varios padres, como en su caso, prefieren no arriesgarse y mantener a los menores de edad en la casa.
No sabe mucho sobre las disposiciones municipales, pero atina a apoyarlas para que los burdeles salgan del centro parroquial. Los que también están de acuerdo con el cambio de zona, aunque esto les cueste reinvertir miles de dólares, son los propietarios de los prostíbulos.
Juan Daniel Loor entiende la disposición y la respeta, pero lo que pide, y de eso hicieron eco varios dueños de estas casas de citas, es que se les otorgue una prórroga, de al menos un año, para poder realizar los trámites para su traslado al lugar que se les asigne.
La reubicación no es algo nuevo para Juan Daniel. Hace 12 años tuvo que ‘mover’ su negocio a un lugar donde ‘machete en mano’ sacó el monte que crecía y levantó la estructura multicolor de ocho habitaciones que rodean las mesitas y sillas de madera.
El líquido amarillento dentro de su vaso cimbra cuando Lourdes apoya los brazos para ponerse cómoda. Tiene 36 años y es una de las meretrices más ‘veteranas’ de la zona. Llegó de Colombia hace un año y ha trabajado en Baba, Santa Lucía, La Troncal... La larga lista se quedó solo hasta El Laurel porque allí encontró la tranquilidad de la que hablaban Sofía y Fabiola.
El 31 de diciembre también le genera la misma nostalgia que a sus colegas de cama. La mitad de los pobladores que va al ‘chongo’ donde labora son sus clientes fijos y teme no volver a tener esa seguridad que siente con ellos.
Desearía parar el tiempo, pero este se va tan rápido como la cerveza en los vasos, o la que cae y se evapora en el suelo que no sabe si volverá a pisar el próximo año.

LES DARÍAN UN 'PERÍODO DE GRACIA'
Héctor Pino, director de Urbanismo, avalúos y catastros del Municipio de Daule, mencionó que a inicios de este año se otorgó el último permiso de uso de suelo para los prostíbulos en el cantón y que caduca el 31 de diciembre del 2015.
Sin embargo, detalló que la próxima semana emitirá al alcalde Pedro Salazar un informe para la elaboración de una ordenanza que determine lo que pasará con estos negocios.
Dijo que la intención es reubicarlos en una zona que cumpla con los requisitos de uso de suelo y “se trabaja en un mapa de ubicación y una ordenanza”. Detalló que la ubicación no será inmediata, pero que se propondrá un ‘período de gracia’ para que estos locales puedan funcionar hasta que se les determine una ubicación.
Explicó que esta disposición se da porque los centros de tolerancia, de acuerdo a las especificaciones manejadas en ese cabildo, no deben estar a menos de 200 metros de la población.



Gelitza

Esta crónica fue publicada en la edición digital e impresa de Diario EXTRA, de Ecuador el 15 de noviembre del 2015 http://www.extra.ec/ediciones/2015/11/15/especiales/temen-que-se-vaya-la-paz-que-hallaron-en-el-laurel/

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