Ir al contenido principal

'Cooper’ aún espera a su amo muerto

El amor es más fuerte que las cadenas que rodearon su cuello o la potencia de gotas somníferas camufladas en un pedazo de pollo asado. Aunque probaron con amarrarlo y dormirlo, nada aleja a ‘Cooper’ de la esquina de la 29 y Maracaibo. Ni siquiera el tiempo.

Desde hace 55 días, la lluvia ha empapado su pelaje cobrizo, el hambre ha marcado sus costillas sobre el pellejo infestado de pulgas y la tristeza es más visible en sus ojos que las mosquillas que los hastían por la infección. Sin embargo, la esperanza de que su amo regrese mantiene al perro mestizo aferrado a la vereda del que fue su hogar.


Cristóbal Rentería fue asesinado de un balazo en la cabeza el 6 de diciembre pasado, pero la lealtad de ‘Cooper’ parece rechazar la despedida obligatoria que le impuso la muerte. Confía que, en cualquier momento, las puertas enrollables de lo que solía ser la peluquería de su mejor amigo se abran y pueda resguardarse de la soledad y del miedo.


Su hocico jadeante no se despega del pavimento y rara vez abre sus ojos sellados por la pena. Cada hebra en su semblante agoniza por la ausencia del colombiano, de 44 años, su única compañía desde que era un cachorrito que apenas cabía en las palmas de sus manos. 


“Los dos eran inseparables”,  dice Yadira Rentería después de un largo suspiro. La hermana de Cristóbal no había regresado a este sector del suburbio guayaquileño desde que veló a su hermano en la casa que ‘Cooper’ aún vigila con celo.


Decidió volver después de recibir un mensaje que le heló el alma: “El perro de tu hermano muerto lo sigue esperando”. No lo creyó, pues ella misma lo había dejado en la casa de un vecino para que se hiciera cargo de él. La estrechez de su vivienda no le permitía darle posada.


A los 47 días de haber despedido para siempre a su ñaño, caminó las ocho cuadras que separan su vivienda de la 29 y Maracaibo, pero el perro no estaba en la esquina. Cruzó la calle y entró al parque Santa Teresita, enfrente de donde vivía Cristóbal, y lo que vio le cruzó el pecho como una flecha cargada de nostalgia.


‘Cooper’ permanecía sentado en una de las gradas, como cada tarde, cuando acudía con su dueño a ver los partidos de indor que juegan los chicos del barrio, al que se mudaron hace dos años.
Los ojos de la señora, de 45 años, se inundaron de lágrimas en segundos y sus manos rebuscaron tres  dólares en una pequeña billetera. “Ve a comprarle un cuarto de pollo”, pidió a uno de los niños, sudado por el partido.


No lo podía creer, pero allí estaba el único compañero de su hermano, pagándole a la muerte con recuerdos  y esperanza. Los pequeños ‘peloteros’ rodearon al animalito en cuanto la vieron llorar junto a él. “Sigue esperando a su amo”, chilló una vocecita aguda.


No había sentido tanta tristeza desde que el perro lanzó aullidos ensordecedores la mañana en que subieron el ataúd de Cristóbal al balde de una camioneta, para llevarlo al cementerio.
Cecilia estuvo en la velación de Cristóbal. Aunque no era muy amiga de su vecino, acudió a orar por él. La imagen del perro, que permaneció tumbado bajo el cofre durante todo el rezo, le partió el corazón.
También lloró con sus ladridos lastimeros  cuando se llevaron el féretro y, desde entonces, es quien se asegura en silencio de que a ‘Cooper’ no le falte nada. 


La ventana de su casa da a la esquina donde espera el can. Así vigila que esté bien. Ella insiste en llevarle agua y alimento, pese a que muchas veces no come porque no es la mano de Cristóbal la que deposita el plato en el piso.


Lo único que engulle con satisfacción es pollo asado. Tal vez se deba a que el colombiano, que vivía solo con su perro desde hacía seis años, la mayoría de las tardes cerraba su peluquería e iba con él a un asadero.


Por eso Yadira se apuró a comprarle el alimento y a susurrarle “Cristóbal, Cristóbal”, mientras el animal destrozaba los huesos con mordiscos lentos, desganados, como si no le interesara llenar su estómago mientras su alma esté vacía. 


Las ofertas de tener una nueva familia no le han faltado, pero su fidelidad es más fuerte que su necesidad de contar con un lugar cálido en el que dormir. 


El perro jamás había sido agresivo, hasta el momento en que lo intentaron alejar de su antigua morada. Un vecino le prometió a Yadira que lo cuidaría y, cuando intentó ponerle una correa para llevarlo a casa, el can usó sus colmillos para liberarse y volver al lugar.


Pasó más de un mes y otra familia adoptiva apareció en Milagro, pero él se negaba a levantarse de la acera. Pensaron que la solución sería dormirlo y así trasladarlo hasta ese cantón, pero fue inútil. También usaron pollo para disfrazar el sedante. En cuanto sintió que lo despegaban del piso donde estaba postrado, despertó del aletargamiento por la dosis y volvió a clavar sus dientes en la mano que lo intentaba alejar de su vereda.


Desde aquella vez, los vecinos prefirieron no luchar contra su voluntad, pero su mayor temor es que muera de tristeza. Ellos saben que su paciencia no dará frutos y se limitan a pasar de soslayo o a tratar de animarlo con  palmadas en la cabeza. Su cuerpo lánguido no se inmuta. 


Ninguna de aquellas caricias provoca los ladridos hilarantes que le daba a Cristóbal, con quien tal vez fantasee al cerrar sus ojos gachos, que parecen batallar contra la desdicha. 
Su escudo es la ilusión de volver a brincar sobre el pecho del ser que lo amó como a un hijo, el único que ha logrado atarlo con una cadena de amor que lo aferra al asfalto donde fue feliz, y en el que ahora se diluye su vida.

Tiene miedo y tristeza
Nubia Andrade, médica veterinaria con más de diez años de experiencia, explica que los animales sienten cuando sus dueños están enfermos y fallecen por esta causa. Pero en el caso de ‘Cooper’, su amo salió y su muerte fue repentina, por lo tanto el can espera a que regrese.
Indicó, además, que cuando los animales se crían con su dueño desde pequeños, como es el caso de ‘Cooper’, se crea un vínculo fuerte. Tanto la mascota como la persona consideran a su compañero como su único ser de confianza: “Está triste porque no lo ve y, adicional, él teme porque no hay quien lo cuide”.
También detalló que un perro no se puede morir de tristeza, pero este sentimiento puede generarle otras afecciones. “El estrés de que no esté su amo genera una alteración en su sistema inmunológico, que debe estar bajo porque no se está alimentando bien. Eso sí lleva a otras enfermedades”, dijo.

Hachiko, el akita más fiel
El perro más célebre por su lealtad a su amo fue Hachiko, un can japonés de raza akita que esperó a Eisaburo Ueno, después de que este muriera, en la misma estación de tren donde solía aguardar a que llegara del trabajo.
 Hachiko, en quien se inspiró la película ‘Siempre a tu lado’, protagonizada por Richard Gere, Joan Allen y Sarah Roemer en 2009, falleció el 8 de marzo de 1935.



Gelitza

Guayaquil, Ecuador

Esta crónica fue publicada en la versión digital e impresa de Diario EXTRA el 30 de enero del 2016.  http://www.extra.ec/ediciones/2016/01/30/especiales/cooper-aun-espera-a-su-amo-muerto/

Comentarios

Entradas populares de este blog

La vejez trans huele a soledad

Una sonrisa amplia  acentúa aún más los surcos que la vejez han tallado en su rostro cuando revela que tiene 67 años. Es transgénero femenina y, al haber alcanzado esa cifra, puede considerarse una superviviente. La edad de Claudia, cuyo nombre de nacimiento y con el que se enfrenta al mundo es Ismael Yagual, duplica a la del promedio de vida de las mujeres trans en Latinoamérica, que no supera los 35 años. La pena marchita su rostro masculino, en el que extiende el maquillaje con menos frecuencia que antes. Con cada paso que da hacia la vejez, deja atrás a la mujer que desde hace algunos años aparece solo en el desfile del Orgullo Gay o la que fantasea en la soledad de su hogar, usando atrevidos baby dolls que dejan entrever a su piel ajada. Fuera de la puerta de su casa, en la que tintinean las campanillas de un atrapasueños cada que alguien entra o sale, es  Ismael. Su apariencia masculina le ha servido para combatir el dolor de la discriminación. Las cifras que la Comisió

Otro Guayaquil que 'sabe' a bohemia

Decir Guayaquil es prohibido. Es revivir los besos escondidos, el sexo a cambio de dinero, las borracheras e incluso los crímenes que escondía el humo del cigarrillo de un ambiente que se vivió en el centro de Medellín hace más o menos 30 años. A más de 1.500 kilómetros del   puerto principal ecuatoriano, en la capital de Antioquia de Colombia, también hay otro Guayaquil, uno más chiquito, que comprende de siete cuadras de comercio puro, pero al que nadie llama por el nombre de la Perla del Pacífico, sino que la mayoría conoce como El hueco. La transformación de la zona no solo se limita a su nombre. Más de 50 centros comerciales, incontables almacenes donde se oferta a gritos desde una aguja hasta artículos electrónicos, y miles de personas que se multiplican entre las delgadas veredas abarrotadas de vendedores ambulantes, reemplazaron a los bares, casas de citas, burdeles, residenciales, licoreras y cantinas que formaban al barrio Guayaquil ‘paisa’ en el centro de tolerancia má

Ser estríper, su regalo de 18 años

Los dedos fríos y temblorosos de Kathalina Marín se escurrían sobre el tubo de un cabaré del norte de Guayaquil, igual al sudor que chorreaba sobre su piel blanca. Era 1 de agosto de 2015 y bailó como nunca antes. El erotismo brotaba de sus poros en cada contoneo, y las miradas hambrientas de deseo la devoraban. Su show apenas duró cinco minutos. Fue tiempo suficiente para encandilar con su belleza, no solo a los clientes del night club, sino a los propietarios que, sin pensarlo, la contrataron como bailarina erótica. Han pasado tres años y aún la ensordecen los aplausos y chiflidos de aquella presentación. Fue su primera vez, la que la dejó desnuda, con la tanga repleta de billetes y con el corazón acelerado de felicidad. Ese día cumplía 18 años. No quería fiesta, pastel, salidas, nada. Lo único que necesitaba era acudir a ese burdel. Allí mismo, donde meses antes la echaron cuando fue a pedir trabajo, porque era una adolescente. Ahora era diferente. Al fin tenía la mayoría

Translate