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El 2016 le cayó como un palo en la nuca

Entre el ruido de los juegos pirotécnicos, de los cristales de las copas chocando entre sí y de las risas que musicalizaban el inicio del 2016, Gladys Steffani planificó, junto a su hija María José Coni, la mudanza a una casa más grande.

La muerte frenó a raya el proyecto anual en febrero pasado y transformó a la emoción en una estaca fría que atravesaba el corazón de la madre cada que aparecía la posibilidad de dejar su pequeño departamento.
Allí todo está intacto, tal como su Jose lo dejó a mediados de enero, para cumplir uno de sus mayores sueños, un viaje que también estuvo incluido en la lista de ‘cosas por hacer en el 2016’  y del cual jamás regresaría a su natal Mendoza, al oeste de Argentina.

Los últimos libros que leyó quedaron en el mismo lugar, la ropa está tal cual la dejó luego de hacer la maleta y emprender su soñado viaje por Latinoamérica junto a su mejor amiga, Marina Menegazzo, y que tuvo su ‘fin obligado’ en Montañita, donde ambas fueron brutalmente asesinadas (sus cuerpos fueron hallados el 28 de febrero).

“Hay momentos en los que quiero cambiarme de casa, pero hay otros en los que digo que no. Irme de este departamento es como decir que dejo todo lo de mi hija acá y entonces me cuesta. En cada rinconcito acá tenés algo de María José”, revela a EXTRA Gladys, cuyo corazón quedó detenido en 2016.

“Este año no lo voy a olvidar nunca en mi vida. Fue un palo en la nuca el que recibí”, sentencia sobre el 2016, que no solo le quitó a su hija, sino la tranquilidad, y el color a las fiestas decembrinas.

Si había alguien en la familia de Gladys a quien le encantaban estas fiestas era a ‘Jose’, estudiante de economía y voluntaria en una fundación de acompañamiento para mendigos. Ella arengaba a su familia para reunirse en Navidad y era la más emocionada en las celebraciones de fin de año. 

Este mes hubo silencios y recuerdos dolorosos, en particular, el del cuerpo de su ‘estrella’ destrozado en una morgue de Santa Elena. “Si no hubiera visto a mi hija cómo me la dejaron, a lo mejor esto hubiera sido más llevadero. Pero el cuadro que me encontré la primera vez que llegué a Ecuador es imposible de explicar”, recuerda Gladys.

Aquella imagen es la que levanta una represa para sus lágrimas y le envuelve el corazón maltratado con una armadura de acero cada que viaja a nuestro país. A pesar del espanto que significa para ella este año, prefiere no olvidarlo para luchar porque la muerte de su niña quede esclarecida.

En marzo volverá a pisar las calles de Montañita, donde la arena se siente como vidrios rotos bajo las plantas de sus pies. Regresará por quinta vez, en busca de justicia, al lugar que su ‘Jose’ le describió como un paraíso, y en el que sus sueños se evaporaron como la espuma en la orilla del mar. 

Gelitza

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