La música del Bolero de Maurice Ravel hacía que Ángel Yagual se pegara unos ‘cabezazos’, sentado su silla plástica. Tenía rato esperando a que la Orquesta Sinfónica de Guayaquil empezara a tocar las canciones de su ídolo, Julio Jaramillo.
Llegó tempranito a la cancha sintética de la Isla Trinitaria, en Guayaquil, porque temía no encontrar puestos para el show, que empezó a las 18:20 del sábado 17 de febrero de 2018, con la melodía clásica francesa.
A ratos, parecía que el tema actuaba como ‘canción de cuna’ para los asistentes, que a esa hora ocupaban la mitad de los puestos para el espectáculo llamado ‘Jaramillo sinfónico’, como homenaje a los 40 años del fallecimiento del Ruiseñor de América.
Dos filas delante de donde estaba Ángel, otro asistente meneaba la cabeza para ‘despertarse’ y musitaba que esa “música no era para él”. Sin embargo, los ojos se le desorbitaron en cuanto notó que los violines, las flautas, los contrabajos y demás instrumentos de la sinfónica tejían en el ambiente las notas de ‘Cuando llora mi guitarra’ y se mezclaban con el olor del cóctel de menta que compró Ángel.
Su esposa Yenny Robalino destapó la botella plástica que contenía el dulce licor que los animó el resto de la noche. El preparado de aguardiente, leche, menta, leche condensada y esencia de vainilla que vendió Víctor Corozo ‘afinaba’ las gargantas de quienes se desgañitaban cantando las de JJ.
Érika Miranda Medina ni nacía cuando falleció Míster Juramento, pero no cantaba, sino que gritaba sus temas. Tiene 26 años y aunque sabe que su sector vibra con la salsa choke o los ritmos urbanos, se declara fanática de Julio. “Mi mamá y mi abuela siempre lo escuchaban cuando yo estaba chiquita y a mí por eso me gusta tanto”, precisó Érika.
La muchacha delgada y de cabello rojizo tenía el ‘Alma en los labios’ en cada copla, como la canción que empezó a interpretar Darío García a mitad de la velada.
La canción enloqueció a los asistentes, que para ese momento se habían convertido en coristas del cantante empalmeño, que ha recorrido diversos países de Europa, con su caracterización de Julio Jaramillo.
Cuando Alexandra Bravo parecía cansarse de gritar, levantaba las dos botellas plásticas que sostenía en cada mano y las golpeaba a ritmo de la música. Sus ojos le brillaban y volvió a convertirse en la niña, de 11 años, que lloró cuando se enteró de que ídolo guayaquileño había dejado de existir a los 42 años, el 9 de febrero de 1978.
Desde ese momento, vio cómo su mamá se instaló a beber cuatro días sin parar. “Mi mamita cumple años el 12 de febrero y tomó 9, 10, 11 y 12. Mi infancia la viví en barrios, como este, la Isla Trinitaria y me enorgullece saber que han venido a hacerle un lindo homenaje a este rincón guayaquileño”, dijo la señora, de 51 años, sin parar de agitar los recipientes en una de las primeras sillas que colocaron frente al escenario.
Ramón Dume, Manuel Gallardo y toda su ‘gallada’ prefirieron ubicarse en los graderíos de las canchas, que estaban a un costado de la plataforma de músicos. Apenas sonaron las notas de ‘Azabache’, Ramón se apuró a llenar la copita de cristal que tenía en su mano derecha.
“Y por eso, Ramón Dume se pega un trago por esa música, porque recuerda mucho a Julio Jaramillo”, recitó el morador de 61 años, hablando de sí mismo en tercera persona, para darle un toque más ceremonioso a su homenaje.
Manuel estaba igual de emocionado. Él cree que aunque el Ruiseñor de América cerrara sus ojos para siempre hace 40 años, “nunca morirá”, aseguró mientras le servía otro trago a su pana y fue interrumpido por Antonio Orellana, quien con balbuceos por el licor aseguraba haber tenido frente a frente a JJ.
“Fue compañero de mi hermano en el ejército, en San Antonio. El hermano fue zapatero...”, juraba tambaleante el hombre de 70 años, quien es uno de los habitantes más antiguos de esa zona.
Emocionado, más por Julio que por la bebida, miraba fijamente cómo sus vecinos se desgastaban aplaudiendo. Ramón y Manuel, en cambio, estaban ‘enteritos’ y disfrutando del cóctel, cuando Darío y la orquesta se despedían de la Trinitaria, que quedó embargada de nostalgia, bohemia y recuerdos de uno e los más grandes guayaquileños porque “JJ es pueblo, como nosotros”, chilló una voz que se ahogaba en ovación.
Gelitza
Esta crónica fue publicada en Diario EXTRA www.extra.ec el 18 de febrero de 2018.
Llegó tempranito a la cancha sintética de la Isla Trinitaria, en Guayaquil, porque temía no encontrar puestos para el show, que empezó a las 18:20 del sábado 17 de febrero de 2018, con la melodía clásica francesa.
A ratos, parecía que el tema actuaba como ‘canción de cuna’ para los asistentes, que a esa hora ocupaban la mitad de los puestos para el espectáculo llamado ‘Jaramillo sinfónico’, como homenaje a los 40 años del fallecimiento del Ruiseñor de América.
Dos filas delante de donde estaba Ángel, otro asistente meneaba la cabeza para ‘despertarse’ y musitaba que esa “música no era para él”. Sin embargo, los ojos se le desorbitaron en cuanto notó que los violines, las flautas, los contrabajos y demás instrumentos de la sinfónica tejían en el ambiente las notas de ‘Cuando llora mi guitarra’ y se mezclaban con el olor del cóctel de menta que compró Ángel.
Su esposa Yenny Robalino destapó la botella plástica que contenía el dulce licor que los animó el resto de la noche. El preparado de aguardiente, leche, menta, leche condensada y esencia de vainilla que vendió Víctor Corozo ‘afinaba’ las gargantas de quienes se desgañitaban cantando las de JJ.
Érika Miranda Medina ni nacía cuando falleció Míster Juramento, pero no cantaba, sino que gritaba sus temas. Tiene 26 años y aunque sabe que su sector vibra con la salsa choke o los ritmos urbanos, se declara fanática de Julio. “Mi mamá y mi abuela siempre lo escuchaban cuando yo estaba chiquita y a mí por eso me gusta tanto”, precisó Érika.
La muchacha delgada y de cabello rojizo tenía el ‘Alma en los labios’ en cada copla, como la canción que empezó a interpretar Darío García a mitad de la velada.
La canción enloqueció a los asistentes, que para ese momento se habían convertido en coristas del cantante empalmeño, que ha recorrido diversos países de Europa, con su caracterización de Julio Jaramillo.
Cuando Alexandra Bravo parecía cansarse de gritar, levantaba las dos botellas plásticas que sostenía en cada mano y las golpeaba a ritmo de la música. Sus ojos le brillaban y volvió a convertirse en la niña, de 11 años, que lloró cuando se enteró de que ídolo guayaquileño había dejado de existir a los 42 años, el 9 de febrero de 1978.
Desde ese momento, vio cómo su mamá se instaló a beber cuatro días sin parar. “Mi mamita cumple años el 12 de febrero y tomó 9, 10, 11 y 12. Mi infancia la viví en barrios, como este, la Isla Trinitaria y me enorgullece saber que han venido a hacerle un lindo homenaje a este rincón guayaquileño”, dijo la señora, de 51 años, sin parar de agitar los recipientes en una de las primeras sillas que colocaron frente al escenario.
Ramón Dume, Manuel Gallardo y toda su ‘gallada’ prefirieron ubicarse en los graderíos de las canchas, que estaban a un costado de la plataforma de músicos. Apenas sonaron las notas de ‘Azabache’, Ramón se apuró a llenar la copita de cristal que tenía en su mano derecha.
“Y por eso, Ramón Dume se pega un trago por esa música, porque recuerda mucho a Julio Jaramillo”, recitó el morador de 61 años, hablando de sí mismo en tercera persona, para darle un toque más ceremonioso a su homenaje.
Manuel estaba igual de emocionado. Él cree que aunque el Ruiseñor de América cerrara sus ojos para siempre hace 40 años, “nunca morirá”, aseguró mientras le servía otro trago a su pana y fue interrumpido por Antonio Orellana, quien con balbuceos por el licor aseguraba haber tenido frente a frente a JJ.
“Fue compañero de mi hermano en el ejército, en San Antonio. El hermano fue zapatero...”, juraba tambaleante el hombre de 70 años, quien es uno de los habitantes más antiguos de esa zona.
Emocionado, más por Julio que por la bebida, miraba fijamente cómo sus vecinos se desgastaban aplaudiendo. Ramón y Manuel, en cambio, estaban ‘enteritos’ y disfrutando del cóctel, cuando Darío y la orquesta se despedían de la Trinitaria, que quedó embargada de nostalgia, bohemia y recuerdos de uno e los más grandes guayaquileños porque “JJ es pueblo, como nosotros”, chilló una voz que se ahogaba en ovación.
Gelitza
Esta crónica fue publicada en Diario EXTRA www.extra.ec el 18 de febrero de 2018.
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