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Karina descubrió nuevos placeres en el embarazo

Se miraba en el espejo hipnotizada. No podía creer que aquellos pechos hinchados y caderas redondeadas fueran suyos. Lo mejor era el brillo que irradiaban sus ojos negros. “¡Qué sexy!”, pensaba incrédula.

Cuatro meses antes, Karina Monroy se enteró de que estaba embarazada por primera vez. Tenía 25 años y 10 meses de casada. Su vida con Andrés era una luna de miel constante, en la que ambos no perdían la oportunidad de amarse.

Lo hacían donde fuera, cuando fuera... Su esposo es el amor de su vida y su mejor amante. Por eso, cuando la prueba de embarazo dio positiva, junto a la inmensa alegría de convertirse en madre, iba adherido el miedo de que sus ardientes encuentros se enfriaran.

A Karina, la idea la atormentó hasta que acudieron al médico. “Yo fui con ese miedo, pero también con cero vergüenza. Le tenía que preguntar a mi doctor si podía estar con mi esposo. No podía imaginar nueve meses sin él”, confiesa la locutora de radio Punto Rojo, con una sonrisa traviesa, a la que adornan un par de hoyos en las mejillas.

Luz verde. El especialista no solo les dijo que sí podían tener intimidad, sino también que esto le ayudaría al bebé. La joven soltó parte de la carga que le oprimía el pecho. Ahora solo había un problema. ¿Y si no le gustaban los cambios en su cuerpo?

En su mente estallaron las advertencias que había escuchado cientos de veces: te aparecerán estrías, aumentarás de peso, tu piel se poblará de manchas, tendrás cambios de humor... Sermones que antes la aturdían y que, ahora que tiene 32 años y un segundo embarazo, le dan risa.

Todo fue al revés, “salvo lo de las estrías”, revela esbozando un puchero que acentúa la ternura de su pasajera apariencia rolliza. Siempre fue una chica delgada, que no pasaba de las 120 libras. Por esto su esposo la bautizó como su ‘flaquita preciosa’.

Karina nació en Quevedo, en el hogar de una locutora radial y de un presentador de radio y televisión. La música, los micrófonos y las cámaras la atraparon. Desde que era una niña ya sabía que su vida apuntaba hacia el mundo del espectáculo.

La adolescencia y el divorcio de sus padres la llevaron a Guayaquil, donde está radicada. A pesar de que era una jovencita sencilla, amante del rock and roll y que no usaba ni tacones, ni maquillaje ni ropa ajustada, su voz y su belleza llamaron la atención de un empresario musical.

Justo, por esa época, también conoció y se enamoró de su compañero de vida. Tuvieron más de un año de noviazgo, pero se separaron. En aquel entonces priorizó sus estudios y su carrera como cantante.

Se unió al grupo femenino de música tropical ‘Las Bebes’. El cambio fue radical. Dejó los jeans rotos por cacheteros, las camisetas negras por blusitas pequeñas y brillantes, los zapatos deportivos por enormes botas que le llegaban a las rodillas.

El rubor ardió en su rostro y por un instante pensó que no podría meterse en atuendos tan pequeños. “Era una chica conservadora, tímida”, se describe y confiesa que le costó adaptarse. Sin embargo, esto le permitió descubrir su sensualidad y que no tenía nada de malo.

“Es bonito sentirse sensual, saber que le gustas a alguien. Las malas intenciones de algunas personas siempre van a estar ahí, indistintamente del trabajo en el que te desempeñes o de la ropa que uses”.

Pasó tres años sobre escenarios de todo el país. Aquella rebelde de cola de caballo se transformó en una mujer estilizada, que jamás salía de casa sin maquillaje o tacones y que encantaba al público con una sonrisa que parece nunca despegarse de su rostro.

A la par terminaba su carrera en Comunicación Social y ganaba experiencia en cabinas de radios y canales de televisión. Y aunque convertirse en una mujer fatal no era una de sus prioridades, quiso retarse a sí misma.

La sesión de fotos para el afiche oficial del grupo es un capítulo en su vida que recuerda con orgullo. Tenía que actuar con profesionalismo, a pesar de que otra vez la atacó la vergüenza.

Dejó la timidez en casa y le regaló su lado más seductor a la cámara. Sus compañeras se quedaron perplejas. “Creo que todas las mujeres tenemos ese toque sensual y las ganas de querer hacer algo atrevido”, pronuncia con coquetería desde la cabina donde se transmite su programa ‘Punto extremo’ de lunes a viernes de 10:00 a 13:00.

Su confianza se reforzó y, frenando su modestia, sabía que atraía muchas miradas. Pero solo un par de ojos, que ya conocía a la perfección, la volvieron a enamorar.

Se reencontró con Andrés luego de más de seis años. No era más la roquerita adolescente, sino la guapísima cantante, locutora y profesional que lo volvió a enamorar. Se casaron un año y un mes después, cuando ambos tenían 24.

Si bien Karina había hecho las paces con su sensualidad, no se había sentido tan realizada en ese aspecto hasta que se entregó a su pareja en cuerpo y alma. Era una historia de amor que dentro de casa ardía con más fuerza.

“Sentí que se completó un ciclo. Con él estuve sin tabúes, sin miedos. Disfrutar de tu sexualidad es una responsabilidad como mujer, como esposa, como ser humano”. Diez meses después ya estaba encinta.

Tal y como se lo habían adelantado, llegaron los cambios. Lejos de ser negativos, a Karina le encantaron. El abdomen no le empezó a crecer sino hasta el quinto mes. Mientras tanto, la pequeña Amy le regalaba a su mamá unas cuantas tallas más de brasier y moldeó sus caderas.

Las hormonas hormigueaban en su organismo a su favor. Su deseo sexual aumentó y redescubrió nuevos placeres. Esto lo percibía su marido, quien era el más feliz con la hermosa transformación por la que estaba pasando su esposa.

“Ellos detectan cuando estás con ganas, es como un instinto animal. Ambos buscamos otras alternativas a la hora de intimar. Puedes hacer otras cosas que te conectan mucho más con tu pareja”, sugiere y añade que no todo era físico.

La vida que latía en sus entrañas le generó una confianza en sí misma difícil de explicar. Lo define como una certeza de que nunca más iba a estar sola. Una personita dependería de ella, y ella iba a estar pendiente de un nuevo ser para siempre.

Karina sabe que, a pesar de que el sexo es uno de los protagonistas en un matrimonio durante el embarazo, es algo que podría asustar y generar desconfianza. “Hasta yo llegué a temer no gustarle a Andrés, o que se fuera con alguien más”, reitera y vuelve a aparecer un gesto lastimero en sus labios.

Lo único que se atreve a sugerir, con la autoridad que le otorgan sus ocho meses de gestación actuales, es que a veces hay incertidumbres que no son tan graves y no hay que atormentarse por ello antes de tiempo.

A ella lo que más le asustaba eran las estrías y sí, al final aparecieron. Ganó surcos en su piel, pero también orgasmos más intensos, nuevas formas de conocer a su esposo, reforzar su amor y sentirse más deseada.

Faltando días para tener en brazos a Danna Noelya, su segunda niña, vuelve a mirarse al espejo. Subió de peso. Parece que cargara un bombo, pero su reflejo le muestra a una joven distinta, pero hermosa. A una mujer que tiene la capacidad de combinar la ternura más suave con la sensualidad más intensa.


Gelitza

Este relato es parte de un seriado de Diario EXTRA (www.extra.ec) llamado 'Enciende la luz', en el que se cuenta cómo la sexualidad incidió en el destino de sus protagonistas. Este fue publicado el13 de septiembre de 2018.

Comentarios

  1. Durante el embarazo se pueden hacer peelings químicos de ácido glicólico o mandélico, pero no es aconsejable realizar ningún tratamiento inyectable, láser, radiofrecuencia ni ultrasonidos focalizados aquí recurso importante

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  2. Puedes hacer otras cosas que te conectan mucho más con tu pareja, no todo era físico. Lo explico en mi página web

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