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Alejados del mundo

Necesidad, estrechez, carencia de lo necesario para vivir, es como los diccionarios describen a la pobreza.
Cuando llegué ayer al hogar de la familia Pianchiche Tapuyo, fue la primera palabra que se me vino a la cabeza.
 
Lo que al parecer en alguna ocasión fue una casa, ahora es su hogar. La estructura tiene más de 20 años y ahora carece de paredes, sólo un plástico en un costado, y un techo agujereado protegen del sol, el viento y la lluvia a Guacho Pianchiche (42), su esposa Rosa Tapuyo (43) y sus dos hijos de siete y ocho años.

Guacho y Rosa son de Esmeraldas, Ecuador, pero hace un año llegaron a vivir a la comuna El Cóngoma, en Santo Domingo de los Tsáchilas.
Cuando se acerca el mediodía, Rosa camina descalza hacia la carretera. 
Allí espera a que sus niños lleguen de la escuela.

Los 10 dólares semanales que gana Guacho como peón de la finca donde viven, no le alcanza para darse "el lujo" de comprar zapatos.

Lo que sí tienen ambos son botas de caucho "todo terreno", que les permite trabajar en el campo, e ir al río a lavar ropa, bañarse y recoger agua para beber y cocinar.
La casa no tiene servicios básicos, ni baños, ni divisiones. "El río es nuestro baño", dice Rosa.

Esos 10 dólares mucho menos le alcanzan para medicinas, que especialmente Rosa, debe usar. Ella sufre de ictiosis, o la enfermedad de "piel de pez".

 
Cuando los niños llegan, Rosa ya les tiene preparado el almuerzo, que cocina en un improvisado horno de leña, que adorna la "salita", que a su vez es cocina, dormitorio y comedor.

"¿Y las camas?", le pregunto a Rosa, que no deja de rascarse sus brazos, pues el no aplicarse las cremas en su piel reseca hace que le dé mucha comezón.

"Nosotros dormimos en el piso, nos arropamos con colchas y ponemos un toldo", me contestó, como adivinando lo que estaba pensando en ese momento: ¿cómo se protegen del frío o los mosquitos?

"¿Y cuando llueve?", repregunto. Lo que para algunos puede significar gastar muchos dólares en arreglos del techo, ellos lo solucionan con chicles.

"Pegamos chicles en los huequitos del zinc para que no caiga mucha agua. Y el plástico nos protege un poco", comenta Guacho.

A pesar de no conocer lo que es un televisor o mucho menos la Internet, en el hogar de Rosa jamás faltan las tres comidas.

Una vez cada dos meses, Guacho "sale" al centro de Santo Domingo a comprar plátano, fideos y arroz.
Ese es el menú familiar, acompañado de agua fresca del río. "El dinero no alcanza para más", dice Guacho.

Y es por la falta de dinero, que Rosa no ha podido ir a Quito, donde debe hacerse un tratamiento para su pierna izquierda.

Cuenta que hace tres años la atropellaron y desde entonces tiene un "clavo" que le permite caminar, pero ya no puede trabajar en la agricultura.
"Los doctores me dijeron que está oxidado y deben cambiarme a otra pieza, pero no podemos ir a Quito", relata.
 
Según mencionó la pareja, Santo Domingo representa felicidad para ellos. Aquí se conocieron y se enamoraron un 3 de julio, aunque el año no lo recuerdan.
 
A pesar de que muchos los calificarían como "gente pobre", afirman que vivir en aquella covacha los hace felices y allí tienen "todo".
Muy alejados de la globalización, la industria, las modas y el materialismo, varias personas se han interesado en la salud de Rosa y les han brindado ayuda.

Quien desee apoyarlos puede comunicarse al 0988766745. Guacho les contestará con su español poco entendible, pero una amabilidad que descifra su lenguaje entrecortado, que no pudo pulir por falta de educación.



 
Gelitza

Esta crónica fue publicada el martes 28 de enero del 2014 en la edición impresa de Diario Centro de Santo Domingo de los Tsáchilas, Ecuador http://goo.gl/9NqExe


Datos:
Los hijos de Rosa y Guacho sólo tienen un uniforme escolar, que deben lavar a diario en el río y a veces no se secan. No tienen zapatos adecuados.
La familia mencionó que consumen el agua del río, pero en invierno ésta se pone turbia y "sabe mal". En el sector hay dos afluentes el Salgana y Cóngoma.
La ictiosis es una enfermedad genética de la piel, que hace que ésta se reseque.
50 dólares aproximadamente cuestan las cremas que necesita Rosa.
 


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