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Una luz en medio de las tinieblas

El escenario era devastador. Pero entre las toneladas de escombros y montañas de dolor que poblaron las calles de Portoviejo, un milagro apareció entre la desolación y el llanto. Su pequeño cuerpecito estaba desnudo y ceniciento, pero a primera vista, intacto.

Lo primero que hizo la niña, de aproximadamente 4 años, tras ser liberada de su prisión de fierros, pedazos de cemento y enseres inservibles, fue mover su manito y saludar a las decenas de personas que vieron su rescate y no daban crédito de que aquel angelito estuviera vivo.

Ella aguantó más de doce horas bajo las paredes de lo que fue un enorme edificio, conformado por casi 10 departamentos y donde funcionaba una farmacia en la avenida Guayaquil y Rocafuerte, de Portoviejo. La capital manabita fue azotada, a las 18:58 del sábado 16 de abril de 2016, por un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que dejó más de 670 muertos y millones de dólares en pérdidas materiales.

La niña salió ilesa a las 08:30 del domingo 17 y les regaló un poco de dicha a quienes lloraban por los más de 20 cadáveres que se calcula están bajo esos escombros, dijo Honorio Cevallos Brito, testigo de lo que llamaron un milagro.

Solo en la capital manabita, como promedio de la reportería hecha por este diario (EXTRA) en las primeras horas de la catástrofe, habría entre cinco y diez víctimas mortales por cada edificación destruida, las cuales eran incontables. Pero las más fuertes ocurrieron en el centro de la ciudad, cuyo panorama era aterrador.

Entre las estructuras que colapsaron estaban la del hotel El Gato, el edificio de atención a servicio al cliente de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT), el del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), el almacén El Pillín, el local Capitán Santa Ana, el edificio de la Mutualista Pichincha y centenares de viviendas.

El amanecer en la Ciudad de Los Reales Tamarindos era como sacado de una película de guerra y bombardeos. Jamás hubo una madrugada tan oscura. La débil luz de una vela solo alcanzaba a iluminar las imágenes de San José y el niño Jesús que los habitantes de la avenida 15 de Abril, de Andrés de Vera, habían colocado en el parterre y frente a lo que quedaba de la imprenta Cevallos.

El terremoto de 7.8 grados destruyó la estructura de dos pisos y sepultó vivas a tres personas. Eran las 03:00 del 17 de abril y la capital manabita era el escenario de un Apocalipsis. La falta de servicio eléctrico los había dejado en tinieblas y nadie se atrevía a entrar a sus casas.

Los que no tenían velas improvisaron fogatas que iluminaban las calles repletas de pedazos de paredes, vidrios, cables inservibles que colgaban de postes virados y edificios completos hechos trizas. La calle Pedro Gual, en el centro de Portoviejo, estaba dividida por dos montañas enormes de concreto, que hasta la tarde de aquel inolvidable sábado eran los edificios IESS y el hotel El Gato. Los cinco pisos que formaban a este último ‘arroparon’ a un vehículo de marca Chevrolet, del que se extrajeron, en la madrugada, los cuerpos de una señora y su bebé recién nacido y, en la mañana, a dos personas más, un hombre y una mujer.

El chofer, que quedó aprisionado entre el cemento y el volante, protagonizaba una escena desgarradora. Hacía falta maquinaria para levantar las toneladas de concreto que le quitaron la vida. Ángel Briones caminaba sobre los pedazos de ladrillo que fueron el escenario del instante más aterrador que ha vivido.

El guardia de seguridad del centro comercial de la capital manabita, ubicado entre las calles Pedro Gual y Ricaurte, acababa de cerrar los locales de ese sector cuando la tierra empezó a temblar. "Todo pasó en segundos. Corrí a la calle y veía cómo caían las paredes, los edificios. La loza de un almacén se vino abajo y la ropa de las boutiques cubrió las calles", recordó.

Ni bien terminó el terremoto, quienes estaban en el populoso sector gritaban y corrían pidiendo auxilio. Lo más osados recogían las prendas de vestir que habían quedado esparcidas en la calle Ricaurte, sin pensar que bajo ellas estaba el cuerpo destrozado de una mujer, que según presume el joven, de 31 años, salió disparada desde el segundo piso del centro comercial y terminó sus días con un golpe en el pavimento. "La señora, al parecer, se cayó desde lo alto, porque estaba desfigurada y la ropa la tapó, por eso no nos dimos cuenta que estaba allí", relató horrorizado.

Aunque, según reportaban organismos de socorro, hasta las 04:00 del 17, había 60 muertos en Portoviejo, para Jorge Sornoza, de 31 años, esta cifra podría multiplicarse. "Había muchas personas comiendo en un asadero de la calle Pedro Gual, también en un karaoke y ambos se desplomaron. Esa gente debe estar allí todavía", conjeturó.

Cuando el trabajador del Municipio de Portoviejo pensó que bajo los escombros solo iba a encontrar muerte, se ‘sumergió’ entre los fierros y pedazos de cemento de lo que fue el edificio del almacén de fiestas Pillín apenas oyó el grito, al parecer de una niña, pidiendo auxilio. Durante más de dos horas, decenas de colaboradores municipales, bomberos y moradores trataban de levantar los pesados trozos de paredes para rescatar a la voz débil que pedía que la sacaran.

En la terminal terrestre no rodó ni un bus desde las 20:00. Sin embargo, el sitio estaba repleto de personas que llegaron de otras provincias para saber de sus familiares en Portoviejo. Jesús Cárdenas viajó desde Guayaquil, pero no encontró transporte para San Vicente, donde se había desplomado la casa de un familiar. El hombre, de 65 años, escuchó durante las cuatro horas de viaje el llanto desgarrador de una mujer que también arribó a la capital manabita y solo gritaba: "¡mi hija se me murió!".

Entre sollozos solo alcanzó a decir que necesitaba ir a Bahía de Caráquez para ver a su pariente, que fue aplastada por una pared. Otros perjudicados, como un hombre que esperaba apoyado en una pared con la mirada perdida, no lloraba, porque tenía fe de que su nuera y su nieto de seis meses de nacido salieran vivos de debajo de los escombros del hotel El Gato. A partir de las 07:00 del domingo 17, los portovejenses dejaron temerosos sus viviendas para volcarse al centro de la ciudad y mirar aterrorizados la fuerza de la madre naturaleza.

Gelitza

Esta crónica fue publicada el 18 de abril del 2016 en Diario EXTRA y fue parte de mi cobertura del terremoto del 16 de abril del 216 que afectó en su mayoría a Manabí y Esmeraldas, de Ecuador.

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