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Fanny volvió a vivir

Fanny y sus nietas en la entrada a su domicilio
Cuando alguien piensa en clavos, se imagina cualquier cosa, menos tenerlos en la cabeza. Fanny Ortiz tiene tres.  
“Fue necesario que me ubicaran tres clavos en la cabeza para poderme salvar la vida”, cuenta.  
Cuando los médicos le detectaron a Fanny hipertensión hace un par de años, ella no se preocupó, un día tomaba pastillas, el otro no. Hasta que un momento de “coraje” la puso entre la vida y la muerte.  
“Dios me dio la vida de nuevo”, dice.
De lo que le pasó, ella sólo recuerda que estaba discutiendo con los dueños de una fábrica que afectó una de las tuberías del sector donde vive, en el barrio 15 de Noviembre, más conocido como “La Cubera”, en Santo Domingo de los Tsáchilas, Ecuador.
Fanny cree que le hicieron ese mal al barrio porque “allí vivimos muchos morenitos”.  
Relata que le dieron muchas iras, y de repente sintió que algo le “atravesaba” la cabeza, un golpe muy fuerte.
Pero nadie la golpeó. Una de las arterias de su celebro había reventado, tenía un aneurisma que no aguantó su presión arterial alta.  
Fanny cayó inconsciente.
Cuando sus ojos se volvieron a abrir, lo primero que vieron fue una habitación blanca, y muchos “cables” conectados a su cuerpo.
Estaba lejos de su casa, en el hospital Eugenio Espejo de Quito, donde tuvo que ser trasladada por la gravedad de su caso.
 “Creo que fui bendecida, volví a nacer, y esta oportunidad me la dio Dios para cuidar a mis dos nietas pequeñas”, añade.
Al cuidado de Fanny están dos niñas, de cuatro y seis años, a las que adora como si fueran sus hijas. 
Ahora la mujer ya toma sus medicamentos a diario, y entiende que su presión alta no es un juego.
Fanny, que antes de su accidente cerebrovascular sufría de múltiples dolores de cabeza, se dedicaba a la cocina. 
Se da el lujo de decir que podía cocinar de todo, y con la mejor sazón.
Ahora, su cocina industrial está “botada” fuera de su domicilio, porque a causa de su padecimiento, no puede hacer esfuerzos físicos o estresarse, ni nada que la altere.
Fanny ha gastado más de 10 mil dólares en su enfermedad, una parte del dinero lo asumió ella, la otra recibió ayuda del Gobierno. 
“El que tiene plata se salva. Hay gente que por una pastilla se muere”, indica.
Según Darwin Córdova, médico de la clínica Bermúdez, la hipertensión, la diabetes y sus derivados, son las enfermedades que con más frecuencia ponen en peligro la vida de las personas en la provincia.
En el área de Cuidados Intensivos de esa casa de salud se ingresa a un paciente por semana como promedio.
De los ingresados en el mes, se salva de la muerte un 60 por ciento.
Córdova añade que por lo general, cuando un paciente es direccionado a una sala de terapia intensiva, este se traslada a hospitales públicos, debido a los altos costos que representan sus cuidados. 
Un día en un área de Cuidados Intensivos puede llegar a costar mil dólares.
Córdova dijo que cuando una persona no tiene signos vitales, pero tiene actividad cerebral, es posible salvarla, pero la acción médica no puede tardar más de tres minutos.
Fanny está condenada a vivir con tres clavos en su cabeza.  
 
 
 
Gelitza
 
Esta crónica fue publicada en octubre del 2013 en la edición impresa y digital de Diario Centro de Santo Domingo de los Tsáchilas http://goo.gl/43vBD3

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